27 noviembre 2007

Rectificando, para variar, mis palabras de más.

Dos ideas relacionadas con el texto de Juan Manuel de Prada de la semana pasada en el XL Semanal:


1. Primera y fundamental. Que dicho texto no ha servido simplemente para contestar a Jiménez Losantos sino, probablemente, a otros tantos de la misma opinión. A mí entre ellos me ha recordado muchas cosas. En los últimos meses me había forjado una opinión de Juan Manuel de Prada un tanto injusta y, por qué no decirlo, talibana. Tipo la de Federico. Y, aunque personalmente no me guste este escritor y no me haga gracia su personalidad, gracias a que vi aquello de "católico..." decidí leer su artículo, quizá por eso mismo, para seguir confirmando la opinión crítica que tenía de él. Y me he dado de bruces, gracias a Dios.


2. Segunda. Que esta publicación (propiedad, a propósito, del grupo en el que trabajo) es ya parte intrínseca de mi vida. Desde hace muchos años recuerdo mirar corriendo en la mesa del comedor de mi casa, dentro del Diario de Navarra, a ver si había llegado 'el semanal'. Conforme me he ido haciendo mayor, incluso me he hecho selectiva con sus páginas, y la que no puedo dejar de leer nunca -en Bélgica lo hacía a través de Internet- es la que alberga las palabras de una de las mejores plumas de España, si no la mejor: la de Pérez Reverte. Adelanto, a propósito, que el artículo de esta próxima semana es bestial. Casualidades de la vida, he tenido la oportunidad de organizar y asistir a la fiesta del 20 aniversario de la publicación.



Católico y coñón que es uno


Me llama mi chica predilecta (la más bella, la más divertida, la más sagaz de las mujeres en el espejo público de mi devoción), descojonada de la risa, para decirme que el talibancito episcopal la ha emprendido conmigo desde su sentina radiofónica. Para tratar de denigrarme ante sus oyentes, el talibancito episcopal ha insinuado que mi biografía está jalonada de episodios escabrosos que podrían ofender las castas orejas de un niño; y, a modo ilustrativo, ha recordado que soy autor de un libro titulado –¡horreur, paveur, espanteur!– Coños. «¡Cómo un tipo que ha escrito Coños –ha venido a afirmar el talibancito episcopal– pretende dárselas de católico!» Sospecho que el talibancito episcopal tiene en muy poco a sus oyentes: los imagina meapilas y sugestionables, y supone que invocando el título rotundo del más cándido de mis libros provocará en ellos una suerte de sarpullido. Pero los vituperios del talibancito episcopal, tan chuscos y marrulleros, me invitan a reflexionar sobre algunas cuestiones que atañen a la naturaleza propia de la fe católica, y también a la condición de ‘escritor católico’, que alguna gente despistada confunde con escritor gazmoño o pudibundo.


Uno de los rasgos distintivos del católico es su apertura a la belleza incesante y siempre renovada de la redención. A los católicos no nos importa lo que las personas han sido, no nos interesan los episodios escabrosos de su biografía ni lo que en el pasado hayan hecho o dejado de hacer. El católico sabe que el hombre es salvado en cada momento, que en cada momento es abrazado por Dios; sabe que todos los yerros del pasado nada valen, comparados con ese instante vertiginoso en que decidimos convertirnos en otro. La existencia del católico es una incitación constante al cambio: de Pablo, Agustín o María Magdalena no nos importa su pasado; nos importa la alegría de su conversión, el momento en que deciden abrazar esa nueva vida que se les ofrece. Una nueva vida que quizá mañana mismo traicionemos, pero a la que podemos volver, porque las puertas de la casa paterna están siempre abiertas al hijo pródigo que regresa contrito. Porque, como escribió el gran Lope en el más hermoso y católico soneto de la lengua castellana, Jesús pasa «las noches del invierno oscuras» a la puerta de nuestra alma, no importa cuán duras sean nuestras entrañas, esperando paciente y jubilosamente que se la abramos, esperando que cesemos en nuestro «extraño desvarío».


Sólo a alguien que no entiende la belleza incesante y siempre renovada de la redención se le ocurriría denigrar a otra persona invocando episodios de su pasado. Y la mención de Lope de Vega me sirve para enlazar con otro asunto. El talibancito episcopal pretendía impresionar a sus oyentes recordándoles que yo había escrito páginas de temática non sancta. También las escribió el ‘Fénix de los Ingenios’, aun después de ordenado sacerdote; y el Arcipreste de Hita puso todo su bendito mester de clerecía en el Libro del buen amor, que no es que sea precisamente un devocionario. La literatura festiva y amatoria no está vedada a un escritor católico; por el contrario, pienso que un escritor católico puede cultivarla mejor que ningún otro, pues a la postre es literatura que nos habla del gozo de la creación. Un gozo que incluye la carne (recordemos que, según el dogma católico, resucitaremos en cuerpo y alma); no el desorden de la carne, sino la carne como «templo del espíritu». Sólo cuando se desprende del espíritu, la chair est triste, que diría Mallarmé. Y la religión católica, como nos enseña Chesterton, fue siempre una religión gozosa; al menos hasta que se dejó contagiar por las turbiedades puritanas que disocian carne y espíritu.


Yo escribí, en efecto, un libro titulado Coños, como recordaba el talibancito episcopal. Y lo escribí con espíritu festivo, coñón y jocundo; lo escribí en homenaje a Ramón Gómez de la Serna, autor de otro libro de índole similar titulado Senos, tratando de recuperar ese aire de poesía perpleja, entre el surrealismo y la humorada sentimental, que caracteriza las greguerías ramonianas; lo escribí, además, siendo doncel, o casi, y todo el libro transpira la ingenuidad balbuciente de quien se aproxima a un misterio que no conoce. Es el libro más blanco e inocente de cuantos llevo escritos; y en su celebración gozosa de las palabras, junto con los despistes y aturullamientos propios de la juventud, estaba gestándose el hombre nuevo que yo iba a ser. No reniego de él; y mucho menos desde que mi chica predilecta me ha llamado, descojonada de la risa, para decirme que el talibancito episcopal me denigra con sus turbiedades puritanas.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

O sea que eres igual que Pedro García hace años: en cuanto un jugador hacía la señal de la cruz al entrar en el campo de fútbol, aunque fuera del Barça, ya era muy buena persona.
Anda ya... El "talibancito episcopal" no va de católico, simplemente dice verdades (a veces no son verdades por exageradas) de una forma muy poco elegante y políticamente incorrecta. Pero actualmente es la única forma realmente efectiva contra el poder del gobierno que se ha metido incluso en lo más recóndito de la empresa para la que tu trabajas, o el otro periódico que tanto admiras -Diario de Navarra- y cuya directora socialista consigue ver una parte buena en todo lo que hace y dice Zapatero.

Mirentxu dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mirentxu dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mirentxu dijo...

3 horas más tarde del arrebato, he decidido suprimir los dos comentarios vertidos por mí en el blog por dos razones:

1.porque he parecido otra "federica" más de la vida.

2.porque amo con locura a mi pad.buf, a pesar de que...(y contesto):


-No ha entendido que el que dijo que no se quién va de católico fue prescisamente Jimenez Losantos de Juan Manuel de Prada.

-Ha entendido que del texto se desprende que admiro y tengo por buena persona a Juan Manuel de Prada. Y no. tampoco lo contrario, sencillamente no he hecho ningún juicio sobre eso. Sólo que tenía mal planteado mi juicio anterior sobre él, en el que siempre, como Federico -antes de oirselo decir a él- apostillaba "y va de católico".

-Ha lanzado unas cuantas sentencias gratuitas hiriéndome profundamente la que se refiere al grupo para el que trabajo y sobre el que es posible que tenga más información que mi amado!. Te contaré, te contaré primogénito cuscumeos del talibancito, del Pedro J y, por supuesto, también de mi empresa.

Bueno!os dejo que viene Zapatero!

Unknown dijo...

Pues sí, querida, cuentame cuscumeos de tu empresa a ver si me convences de sus bondades porque actualmente he perdido "la fe" en TODOS los medios de comunicación. No creo "en" ni "a" ninguno, y simplemente defiendo a la COPE porque está haciendo mucho daño al gobierno.
De todas formas, CONFÍO PLENAMENTE en que tu llegarás muy alto y reorientarás desde dentro tu empresa.
¡AH! Y que sepas que he escrito a Federico diciéndole que me recuerda a Mikel cuando era pequeño, utiliza argumentos solo para "chinchar", sin ningún contenido de fondo. Estoy un poco hasta las narices de que utilice la COPE para defenderse a sí mismo en vez de criticar al gobierno que es "su deber".

Anónimo dijo...

oy oy oy los elía como andan...
pues a mi me ha gustado bastante el texto, mirentxu. Es la vida misma, no? quién dicta lo que es la coherencia?

no sé, es uno de mis temas del mes. cada vez tengo menos aguante. estoy rotísima. ala! ya hablamos, q vernos...

villalobos dijo...

Me gusta el texto. Tiene ... ¿personalidad? y más, sabiendo detrás y delante de quienes publica. Se lee bien. Aunque en esto de la escritura todavía hay clases. Totalmente ok con que el Capitán Alatriste es el primero, el favorito, seguido de cerca por la autora del texto del anterior post. Nos vemos! (¿?)

Rafael dijo...

No soy, aunque me bautizaran, católico, ni siquiera cristiano. Me cuesta entender la creencia en Dioses a estas alturas de la vida... pero por supuesto, lo respeto.
No obstante, y sin ser Losantos o como se escriba, santo (precisamente) de mi devoción, me cabrean las voces que se alzan reclamando su silencio. Y se alzan desde medios como la Ser o El País que también sirven a sus amos.
Realmente soy muy escéptico en todo lo que se refiere a la libertad del periodista actual.
Saludos desde Córdoba.

Anónimo dijo...

pues menudo plan, mirentxuti... revolucionas la red con parrafones dignos de una novela de investigación histórica sobre el por qué de la existencia de los escarabajos peloteros.... Me aburro. Estoy trabajando y me aburro.

PD: Aún quedamos periodistas honestos (evidentemente, me incluyo).