06 septiembre 2006

MADRE NO HAY MÁS QUE UNA (y, en Bruselas, ninguna)


Hoy cumple 26 años y empieza a no llevarlo muy bien. Su corta edad contrasta con el currículum que lleva en el bolsillo: seis hijos, dos sobrinos medio-adoptados y doce nietos. La ama es RH negativo y siente orgullo porque nosotros también lo seamos. Sin embargo, todo lo euskaldún que dice ser -y es- contrasta con ese deseo de la infancia de ser gitana de carromato e ir cantando y bailando por todas las fiestas de Andalucía. Porque en lo del baile...el aita no le sigue mucho y tiene que conformarse con el vals nupcial de las bodas que tienen cada dos por tres y en las que ella siempre es la más guapa y elegante. La combinación de Vergara con la sangre navarra del abuelo Jesús terminan de hacerla perfecto. Es la más cañera de las madres -y abuelas- con su coche azul "windows" con el que cruza las calles de Pamplona a 180 km/h y al que todos los macarran saludan a bocinazos desde sus vehículos tuneados.
Con ella, nunca falta nada. Siempre está la ropa limpia, en la mesa hay comida y pan del día y no tenemos que preocuparnos por ningún producto de higiene. Cuando necesitamos algo, el requisito indispensable es apuntarlo en el cuaderno de la cocina; si no, dice, no nos lo va a comprar. Sin embargo siempre lo hace, y si tiene que llamarte desde el supermercado para concretar si los cereales son Frosties o Smacks, lo va a hacer, aunque se lo prohibamos. Porque la ama tiene una memoria prodigiosa. De vez en cuando le hago un examen que consiste en irle preguntando cada día del año desde el 1 de enero hasta donde lleguemos por cansancio y ella tiene que decir quién cumple años cada día. Se acuerda de las fechas de los hijos de los vecinos, de las niñeras que tuvieron mis hermanos hace 20 años e, incluso, del día en que mi padre tuvo el accidente de coche antes de que se conocieran. A esto se le debe sumar los cumpleaños de la familia real española -aunque ella, repetimos, es vasca, je!-o el día en que aquel perro mordió a mi hermano Mikel. Así que nunca faltará el aviso vía sms de "cumpleaños de X, teléfono: XXXXXX". Si te descuidas, el día de tu cumple se le cuela un mensaje de "cumpleaños Miren, llamadle". Tampoco podemos cometer el error de comentar en su presencia que nos gusta algún tipo de comida porque, de ahí en adelante, cada vez que la ponga y protestes, dirá: ¡pero si lo he hecho por tí!. Idem con los yogures, que "los compré por ti y se van a caducar". En esto Blanca le tiene pillado el saque ya que ha conseguido que, cada vez que está en casa, se hagan macarrones en vez de espaguetis.
Porque esa gran memoria le lleva a estar en todos los detalles y a llamar en las fechas importantes a toda la gente que ha pasado por su vida. Por eso hoy en mi casa de Cizur el teléfono tendrá que estar descolgado, ya que no deja de sonar desde las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche, momento en que, si te descuidas, Arantza estará enganchada a "mira quien baila" -qué tortura, ¡es lo único que no echo de menos de mi casa!- mientras hace chaquetitas y toquillas para todo bebé viviente en camino.
Tiene algunas peculiaridades que merece la pena reseñar, como aquello de que lo primero que lea del periódico sean las esquelas y, cuando son escasas, comente "qué rabia, hay super pocas". A esto se puede unir ese gran acto social que es para ella un funeral. El aitá dice que él, vale, aguanta que se quede entre las 20 últimas personas, pero no que se vaya incluso después que el muerto. También tiene toda la gracia su fijación con ciertos productos de sanidad, como el ungüento del pirineo en el pasado -famoso en toda la Urba- o el actual Aloe Vera que, tanto sus hermanas como ella, saben que funciona para todo. Yo la he visto incluso traficar con una enfermera de la Clínica con este producto: "oye, Miren, me voy un segundo que he quedado con no se quién en la séptima planta para que me pase un par de botes de Aloe Vera". Verídico. Las chicas nos reímos mucho también de, los que consideramos, sus dos lemas: todo pega con todo ("son de la misma gama") y nunca tenemos el pelo sucio.
Asimismo, domina las armas del embuste para agradar a todos; en su caso, el fin sí que justifica los medios. Cuando comemos las sobras de la semana, siempre se prepara lo que menos le gusta y si alguien comentara "eh, ama, qué bueno eso, ¿no?", ella en seguida se lo da diciendo "que en verdad yo prefiero lo tuyo". Esto empieza a ser sospechoso cuando hace lo mismo en los restaurantes. Pero ya no nos la cuela. Alguna vez, en cambio, sí que ha llegado a despirtarnos, véase el caso de la famosa vajilla de Valentín en la Sierra de Cazorla.
Ella en su vida ha sufrido mucho pero no se le nota porque es muy alegre. Por eso y porque la Virgen, de la que es gran devota, le ha hecho muy fuerte. Con sus padres y hermanos siempre se ha volcado y lo mismo hace ahora con nosotros. Piensa más en los demás que en sí misma, y ese es un cartel que no se le puede colgar a mucha gente. No duda en recorrerse España al auxilio de mis hermanas, por ejemplo. No pasan más de dos días sin que te llame por teléfono o no se dormirá hasta que no estés en casa sana y salva, aunque sean las cinco de la mañana y al día siguiente tenga que contarle otra versión al aitá. Además, siempre se levanta para despertarnos por muy pronto que sea y, si te descuidas, te hace el zumo y, después, se vuelve a la cama. Quiere mucho a la gente y, por eso, junto a grandes alegrías, se lleva grandes disgustos: tanto por asuntos grandes como por los pequeños.
De mi padre, al que conoce mucha gente en Pamplona, me han dicho a menudo que "qué hombre tan valioso". Estoy de acuerdo, pero más fuerza tiene el dicho popular de "detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer". En esto también es un ejemplo. Este año hará, si mal no recuerdo, 39 años desde que se casó con mi padre, y doy fe de que le sigue queriendo como el primer día. Entonces yo no estaba allí para comprobarlo pero, si ahora le trata y le mira así, no puedo ni imaginar cómo lo haría los primeros años. Me gusta también cómo, alguna vez en que ella no ha estado -rara vez tiene una comida con "las de la gimnasia"-, el aita me ha hablado de su mujer con gran admiración. Y es que no me extraña porque, por ejemplo, la ama quiere a su familia política tanto como a la suya. En una ocasión me comentó que una de las mujeres a las que más ha admirado en toda su vida es a mi abuela paterna a la que, por desgracia, no tuve la suerte de conocer. A ver quién te habla así de su suegra.
Por todo esto y mucho más, puedo volver a afirmar que madre no hay más que una y, como la mía, ninguna. ¡ZORIONAK AMATXO!