Que los años del colegio no terminen: con sus carreras de sillas, sus clarión, su "quiero pan quiero pan quiero pan", sus aplausos cuando alguien rompía un plato o apagaba la luz en el comedor, los "favores" de Mª Jesús librándonos a algunas de la tortura de comer, el rinoceronte, el chorro, las escapadas a Huarte, los festivales que hacíamos a las profesores por su cumpleaños, el fumeteo en el hoyo, la ermita...y finalmente en la pista, las victorias absolutas en el concurso de villancicos, el "who let the dogs out", los bustos asomándose por las ventanas, los días de nieve, el ser jefe de día, las chuletas en la pantorrilla, la zona vip de sillas en el vestuario, el tiempo perdido en frente del club, el equipo de baloncesto, el zulo, la pecera, los "tugnos", los bailes pavos de los "Back" en la casita, las excursiones...y todas las personas con quien tanta amistad trabé y con quienes, ahora, de verlas, vagamente entrecruzo un "hasta luego".
Que no terminen las interminables horas en los jardines de la urba con la gente de Entrecaminos, los porches, las bicis, el cuartito y las nocheviejas que pasamos allí, el bote-bote, el grito de las madres "¡pepita, el bocadillo!", las clases de natación con Goyo, las de tenis bajo el sol abrasante con María, las primeras escapadas al pueblo, las fiestas de Cizur, el Istitxu, la fuente del pastor y, por supuesto, las largas jornadas de "estudio" en la sala de juntas.
Que sigan intactos los viajes de Semana Santa durante los años del colegio...en el castillo de Almodóvar, las procesiones de Granada o Jaén, el encierro en Ampuero o el "mujer soltera busca" de la explanada de TC. Los veranos en Islantilla que nos vieron crecer y empezar a tener problemas entre nosotros por asuntos de amor, los jipis de La Antilla, el aquapark, los cars, la discoteca "Lolailo", el hotel de la ONCE, las continuas partidas de mus en el chiringuito de las Américas y las primeras salidas al Terrón. O los julios en Irlanda o Londres, con toda esa gente de la que ahora apenas sé nada pero de la que recuerdo todo. Que perdure eternamente la Jornada Mundial de la Juventud del 2000.
Que en mi casa sigamos estando ocho y, con el primolari Olaza, nueve. Que siga habiendo broncas continuas entre el primogénito y la princesita, que Gorka siga empezando su día sentado en la cama con un Habanos en la boca, que nunca se casen o, si lo hacen, que se paralice también el tiempo en las bodas. Que sigan viniendo mis primos a pasar una semana de verano en la urba, que los abuelos vengan otra vez en Navidad, con la tía Nuria si es posible, y el loro Patxi, y así, al tener que dormir yo con mi padrino, siga poniéndome todas las noches hasta que me duerma el disco de Richard Clyderman. Que no podamos entrar en la cocina porque allí está Blan contándole las cosas a la ama. Que haya que esperar para comer al aita al que sólo le queda un juego para ganar el partido. Que se pare el tiempo, por favor.
Que mis sobrinos dejen de crecer y yo siempre sea la tía precoz de 16 años. Que Álvaro siga diciendo "abuelito, tutuna", Ignacito sin su diente, y Almu disfrutando con el cd que le grabé para aquellos meses...Que siempre aprendamos tanto de la vida como en esos años. Que el mundo deje de girar ante la sonrisa de mi sobrina Almudena.
Que siempre esté la sensación entre ilusionante y miedosa del primer día de universidad, de la primera locución en el estudio de radio, de la primera vez que salimos, cámara al hombro, a grabar la rueda de prensa del PSOE, de la primera y no única vez que nos presentamos prácticamente en blanco a un exámen, los días del patrón.
Que pueda archivar en ficheros todos esos momentos y experiencias vividas, con la edad exacta, la compañía concreta, y la ilusión determinada, para así poder abrir cada uno de ellos cuando me dé la gana.
Que las amistades no vayan y vengan, que podamos estar siempre con todas las personas que hemos conocido, que no tenga que morir lo que no queramos que lo haga.
Yo no te pido la luna...te pido el sol. Y de momento sólo he encontrado un gran eclipse.